domingo, 10 de noviembre de 2013

MATAR AL PERSONAJE

JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES


Uno de los momentos más emocionantes de la vida de este humilde servidor fue estar presente en el Teatro Campoamor el pasado 25 de octubre y ver a Antonio Muñoz Molina recoger su premio Príncipe de Asturias de las Letras. Si echamos la vista a la portada de uno de sus últimos libros –y por ende mi favorito de dicho escritor- ,La noche de los tiempos, encontramos un personaje sin rostro, un hombre despersonalizado, una cabeza que bien puede ser la de cualquiera de nosotros.

El personaje reposa sobre el faro derecho de un coche de época oscuro con un cigarro encendido. Una fachada oscura y triste que espera algo o a alguien, con un avión que puede representar muchas cosas. Les ahorraré contarles el argumento del libro, pues para eso están ustedes, para descubrir una magnífica obra como esta que menciono. Este triste personaje con sus mejores fúnebres galas espera, taciturno y serio , si bien –como dije antes- no tiene ojos, ni boca, solo orejas.

Y aquí nos encontramos, en ese coche de época, apoyados, pensando –quién sabe- qué pasará mañana o uno de estos días; ¿pensando si despertaremos? Hagan sus apuestas a qué pensamos los andaluces. Lo que es triste y fúnebre es que cada 28 de Febrero haya una manifestación pidiendo exactamente lo mismo que hace treinta años: empleo. Como si aquí no se hubiera pedido eso precisamente hace treinta años.

El andaluz, tiene la cara y la facha de ese personaje arriba descrito, el andaluz es ese personaje que espera no se sabe ya que. Un hombre y una mujer cansado, hastiado de escuchar siempre lo mismo: ``Hemos hecho de Andalucía una tierra maravillosa y super-industrializada que es guía de Europa´´, me llegó a afirmar de forma brillantemente vehemente un gerifalte de esto que llaman últimamente ``gobierno andaluz de la mayoría social´´.

El andaluz currito de a pie mira al frente, se levanta cada día a las seis de la mañana y parte su espinazo por poner un plato en la mesa de su casa y vive indignado al escuchar noticias en prensa, radio y televisión sobre lo que corrompe a los hombres que se convirtieron un día en lobos de poder y dejaron de ser hombres de luz que a los hombres almas de hombres les dieron.

Escuchamos siempre lo mismo, ``somos honrados´´, ``creamos empleo y somos brillantes´´, ``esta tierra es lo que es, gracias a nosotros´´, ``tenga fe en nosotros´´. Como hombres y mujeres justos, cualquiera con mínima idea, sabe que los políticos no crean empleo, cualquiera sabe que esta tierra es lo que es gracias a NOSOTROS, cualquiera con una mínima idea sobre el ser humano, llega a la brillante conclusión de que el hombre solo debe y tiene que tener fe en sí mismo, en su capacidad para realizarse y confianza en la buena fe de las personas a la hora de proceder.

El caballero sin semblante y de triste figura nos observa sin mirar, convencido de lo que ya es y convencido de lo que no somos. El caballero de la fúnebre gala está convencido de que la solución a esta crisis somos nosotros mismos. Si bien, ese señor se siente plenamente convencido de que hay dos tipos de hombres: el hombre que el político andaluz crea. Y el hombre que realmente existe. Una suerte de Platonismo actual que nadie alcanza entender y que debería indignar a cualquiera.

El hombre que el político señorito de San Telmo ha creado es un hombre que es feliz porque tiene trabajo, no le falta el dinero y está convencido de que en Andalucía eso del paro no existe, porque el caballero del buen carruaje de San Telmo le convenció de que Andalucía es lo mejor, la Finlandia de España, donde no hace falta que alguien sepa que aquí se paga el Impuesto de Sucesiones y Donaciones más alto de España, amén de ser una de las comunidades que más caros impuestos paga, pero al personaje Andaluz que crearon los señoritos de los brillantes carruajes de San Telmo le dicen que la culpa de eso la tiene Madrid.

El hombre real andaluz, tiene clara la idea de partirse cada mañana los dientes en la calle en su trabajo, tiene clara la idea de brillar y ser el mejor, luchando por trabajar en lo que ama, pues bienaventurados aquellos que trabajen y mas dichosos aquellos que tiene la fortuna de dar la vida en la profesión que aman y para la que se han preparado durante su vida. Ese andaluz, el único que existe, quiere ser excelente, como cualquier persona y tiene claro donde vive y cada cuatro años escucha aquello de ``hemos hecho de esta tierra lo mejor´´, a lo que el andaluz ,cansado de trabajar e indignado por ver la avaricia de quienes cobran por aplaudir y gritar unos pocos días al mes, responde para sí ``lo mejor, si llevamos treinta años igual y estos siguen diciendo que es lo mejor que tenemos!´´.

Llega un día en que el hombre hecho a sí mismo, se encuentra con la dura realidad. Un baranda de partido le viene a decir que si, que muy bien, que usted ha brillado, ha luchado por sacar a su familia adelante, tiene un negocio – o no- o es profesional liberal que tiene su dinero por partirse la cara en su trabajo, pero -ese dinero lo tiene usted porque ganó mucho sin necesidad, considero que usted es clase alta, así que yo le cobro mas impuestos porque en esta tierra hay mucha necesidad. 

–¿Pero esta tierra no era lo mejor gracias a ustedes? 
–No, hombre no, esta tierra es lo mejor solo de viernes a sábado, que es cuando puede usted venir a nuestros mítines, de lunes a viernes aprenda usted la lección: la culpa de todo es de Madrid y en Andalucía hay mucha necesidad porque aquí durante treinta años gobernó... bueno, que no me líe, hombre. Hágame usted caso, que Andalucía es lo mejor porque a nuestros niños les damos su pan con aceite y azúcar cuando se acerca el 28 de Febrero.

Así es el Homo Santelmus, el hombre que crea un individuo a su medida y que no existe y vuelve la cara a la realidad: un cuento bien descrito de Dickens. Y el hombre real llega un día en que se cruza con el personaje sin semblante de la portada del libro que antes mencionaba y tienen un diálogo interior. Ese hombre sin rostro mira cara a cara al hombre real y se ríen del personaje que otros crearon y que no existe. Llegan a la conclusión de que viven, y lloran, porque no son el personaje que otros crean y que es el hombre que no necesita nada más, porque los políticos andaluces ``se lo dieron todo´´ y no dieron nada.

Ese individuo despersonalizado y el andaluz normal se funden en un abrazo y matan así a ese personaje que ni vive -porque otros viven a costa de él- ni muere -porque es quimera de los señoritos que PERviven- (Gragera dixit-) y aseguran así su poltrona.

La clave, al fin y al cabo, es que la solución no está en las urnas, está en nosotros, el individuo. El logro individual, el triunfo personal compartiendo esa gloria con los demás hace cada logro más grande y sirve de acicate a los demás para brillar. Seamos pues lo que escribía el poeta, varones plenos, triunfadores del mundo y de nosotros mismos que al borde, un día y otro, del abismo, sabemos asomarnos impávidos y serenos. Lo que esta tierra es, y será, está en nuestras manos. Aquellos señores de carruaje oficial no son los que imparten clases en la universidad, no son los brillantes abogados, no son los procuradores que pisan con decisión los pasillos de los Juzgados, no son ese policía o ese padre de familia que estira sus 426 euros para que sus hijos no sufran necesidades.


La clave está en sus mercedes, en sus ganas. Y para mayor fortalecimiento de sus actos, tengan fe en ustedes mismos, y encomiéndense a su capacidad, empeñando siempre su vida y su sagrado honor para llegar a tocar el cielo azul que justo antes de amanecer es el momento más oscuro de la noche. Una noche que dura ya treinta años. La clave sois vosotros, levántense, despierten, pues la verdad está en el suelo y el triunfo depende de vosotros, los andaluces reales, no el personaje que crearon en San Telmo y que no existe. 

En definitiva, el andaluz de a pie debe hacer como el título del libro, de Ángela Rodicio, que da título a este artículo "Matar al personaje" -porque no existe-.

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